Perfil de México
Armando Ríos Ruiz
Entre nubarrones, vendavales y terremotos, transcurrió el primer año de Amlo, quien repitió en la Presidencia a través de su mejor discípula, Claudia Sheinbaum, la primera mandataria mujer en la historia de México a quien se le cruzó Estados Unidos con un presidente exigente, molesto porque nuestras organizaciones criminales inundan a ese país con droga, entre la que destaca el mortal fentanilo, que les ha cobrado muchas vidas cada año.
Hoy debe soñar que no debió ocurrirle esta desgracia o que su homólogo norteamericano hubiera tenido una idea diferente a la de meterse con su administración, para así cumplir cabalmente, al pie de la letra, las órdenes del maestro.
De otra manera, se ha visto en la necesidad imperiosa de fallarle contra su voluntad, por sentirse bajo esa mirada exigente.
De haber sido así, seguramente en este momento no se sabría nada del huachicol o del multimillonario negocio en dólares en manos de marinos, a quienes les fue concedido el inmenso negocio del manejo de las aduanas que, vistas desde la óptica de un delincuente, resultan con demasiado oro líquido qué exprimir. Lo mismo que los abrazos a la delincuencia.
Adán Augusto López, ex gobernador de Tabasco no hubiera adoptado jamás ese rictus de preocupación que ya no lo abandona y el caso de la organización criminal La Barredora, hubiera sido reconocido como indispensable para la vida nacional y su líder, Hernán Bermúdez Requena y su jefe ya habrían sido declarados héroes, con sus nombres inscritos en letras de oro en el Senado.
Como siempre, una encuestadora dice que la señora Sheinbaum tiene más de 70 por ciento de aprobación. Pero obviamente, esos servicios cuestan muy caros cuando se trata de decir lo que el cliente quiere. Las cifras oficiales de este año arrojan aciertos en muchos rubros. Pero las no oficiales dicen lo contrario.
La mentira como parte de las políticas públicas se incrustó de lleno en esta administración, igual que en la anterior. El carácter autoritario también ha acabado por asomar en la verdadera personalidad de la Presidenta, cuando en sus mañaneras le formulan preguntas embarazosas, cuya respuesta no conoce.
Los muy contados aciertos que se han alcanzado en México, lo son gracias a las exigencias de Estados Unidos, que se ha empecinado en combatir a delincuentes de alto impacto fuera de su territorio. La cooperación de México es contra la voluntad de la Primera Mandataria.
Esgrime el cuento de la soberanía, pero cumple con la orden del mandatario exigente, aunque quisiera resistirse.
Por más que dice que hemos avanzado en materia de seguridad, la verdad es con mucho, uno de los inmensos problemas que el gobierno se ha negado a combatir, porque tal vez es una promesa de campaña con el diablo. En esta materia, también ya es costumbre ocultar la realidad con cifras maquilladas.
Si la señora es tan mala para mentir, lo es infinitamente más para gobernar. No tiene oficio y mucho menos idea.
Lo ha demostrado en cada una de las funciones que desempeñó antes de llegar al máximo peldaño político.
No por méritos. Sino por un algoritmo que alteró los resultados y por otros artilugios.
No hubo día sin que nos dijera que gracias a Morena se combatió la corrupción que persistió en el pasado.
Pero la realidad nos obligara a palpar que creció tan desmesuradamente, que hoy mantiene escondida a toda la familia que la sembró y la fomentó en los mismos cimientos de su gobierno.
Los analistas serios que han hablado de este año, se han extendido en reprobar lo que el gobierno quiere hacer pasar como grandes logros.
En este primer año fue aniquilada la Suprema Corte, como quería el jefe y se sustituyó por el fuelle de un acordeón, en donde todos son improvisados. La deuda pública creció a casi 20 Billones de dólares. Cada habitante debemos de 146,000 a 149,000 pesos. Todo lo malo creció pues, como en ningún otro momento de nuestra historia. Honestamente ¿hay algo qué celebrar?
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