Concatenaciones
Fernando Irala
México tiene una amplísima, histórica, experiencia en materia de vacunación.
A propósito no hago la investigación en internet de cuándo empezó el sector médico a vacunar pacientes, sobre todo niños, de las enfermedades en boga.
Me basta con decir que en mi lejana infancia, los entonces bebés ya recibimos, sin mayor trámite ni complicación, las inmunizaciones para evitar la poliomielitis, el sarampión, la tuberculosis y otros varios males.
Con el tiempo se creó la cartilla nacional de vacunación y con ello se sistematizó y estandarizó el proceso.
De pronto, en el nuevo régimen al que todo engrudo se le hace bolas, se quiere enseñarnos cómo hierve el agua.
Más que el sentido común, el instinto de supervivencia nos dice que la vacunación la deben realizar los médicos y las instituciones de salud.
Pues no. Ahora es responsabilidad de las fuerzas armadas, igual que hacer aeropuertos, construir sucursales bancarias, hacerlas de policías y otras tantas funciones que se les han encomendado.
Y para aplicar las inoculaciones no se recurre a la información que el sector salud, el IMSS, el ISSSTE, el INSABI y el resto de institutos han acumulado sobre la población a la que atienden.
Aun si ésta no existiera, bastaría con pedirle al INE que, sin violar la confidencialidad de datos personales, con base en sus registros le informara al gobierno cuántos adultos mayores, cuántos adultos menores, y cuántos menores a secas, hay en cada manzana, municipio o circunscripción territorial. Lo mismo podría hacer el INEGI, ahora que ha completado la sistematización de los datos del último censo.
Pues tampoco. Se optó por levantar un nuevo censo con base en la información que aporte al registrarse el grupo más vulnerable, con menor acceso y conocimiento del internet.
¿No se previó además que el anuncio dado de pronto tiraría hasta al más potente sistema de computación?
Tal vez eso sí. Y tal vez también se previó que ello daría una semana o más de vida al nuevo factor de distracción de este pueblo tan bueno, tan confiado y tan necesitado de esperanzas.
Con la misma factura de la rifa del avión sin avión, ahora estamos viendo el proceso de vacunación sin vacunas.